Hace muchos, muchos años, en este mismo planeta llamado Tierra, en los hogares del mundo occidental se seguía un ritual entrañable… todos los miembros de la familia se reunían alrededor de la mesa, por lo menos una vez al día, para compartir los alimentos.
Veían la comida familiar como una prioridad muy útil, ya se convertían en un buen baluarte contra las presiones que sufrimos a diario, también los más pequeños aprendían a conversar, a hablar y a escuchar con respeto, estas conversaciones enriquecían su vocabulario y les enseñaba a expresarse correctamente.
No se permitían las interrupciones, nadie veía la televisión, ni llevaban audífonos puestos ni enviaban mensajes de texto a los amigos.
Sé, que salvo los que ya tenemos una edad, esto sonará como una aberración o como algo anticuado, pero os aseguro que es cierto, que a la hora de la comida la gente solía juntarse y podían hablar y esto les venía bien tanto al que estaba contento como al que estaba triste.
Se decía…¡ nada mejor que una buena comida en familia…!
Pero, ¡ay…amigos!, la vida ha cambiado, y en algunas cosas, no para bien.
Y esto es una prueba notable de la rapidez con que ha cambiado nuestra vinculación social, y en una sola generación.
¿Que factores han contribuido a este fenómeno…?
En primer lugar, el alto costo de la vida ha obligado que las personas tengan que dedicar más tiempo al trabajo, tanto el hombre como la mujer hacen más horas que nunca en sus trabajos.
También las familias monoparentales, en éstas aún han de dedicar más tiempo porque su situación suelen ser más precarias, así disponen de menos tiempo libre.
El trajín de la vida moderna hace que millones de personas convierta la hora de comer en un compromiso obligatorio, llenándose de comida basura y comiendo a toda prisa en un local atestado cerca de su trabajo o en un banco del parque más cercano.
Y es que en esta sociedad todo el mundo tiene un montón de compromisos diarios, incluso los más pequeños, como es el colegio, la práctica de deportes o deberes para hacer en casa.
A esto se le suma el hecho que hay padres que van tan agotados que prefieren volver a casa cuando los niños o incluso todo el resto de la familia ya esté en la cama durmiendo, todas estas situaciones conllevan a que los miembros de la familia coman a distintas horas, y como solución está la «nevera», allí se pegan las notas diciendo las cosas que antes se decían en una agradable conversación, cada uno llega a casa a una hora, se calientan una comida precocinada en el microondas y de ahí a ponerse delante de la televisión, la computadora o la videoconsola.
Y esta tendencia social parece irreversible.
Pero bueno siempre podremos seguir cazando Pokemons y seguir siendo gilipollas.
Afortunadamente en casa todavía compartimos la mesa; pero en otras épocas, cuando yo era periodista me era imposible disfrutar esos momentos. Una lástima que el ritmo frenético de nuestros tiempos vaya erosionando la cohesión familiar.
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Si, es una lástima que tengamos que vivir a la carrera, pero habrá que luchar contra corriente, gracias, un abrazo.
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Qué lindo hábito es la «sobremesa». En mi familia seguimos reuniéndonos en torno a la comida casi todos los fines de semana. Y en la semana, aunque sea un momento, nos sentamos a conversar de cómo estuvo el día.
Me encantó lo que mencionas sobre que ahí se aprende a dialogar, sin duda, debemos retomar ese espacio y darle valor. Un abrazo!
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Me alegro que pienses así, es una excelente oportunidad para la familia, gracias, un abrazo.
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Realmente no se deber perder la costumbre de hacer siquiera una comida al día en familia, es la hora en que se comparten las experiencias de cada uno.
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Es cierto, pero aunque el sistema a veces no nos deja otra opción, si que en las ocasiones que podamos hacerlo, deberíamos tenerlo en cuenta, gracias, un abrazo.
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Puede que con el tiempo salga algún arqueólogo hablando de esto mismo. Puede que salgan grupos retro empeñados en volver a esas costumbres. Mientras tanto, como dices de manera genial: «Pero bueno siempre podremos seguir cazando Pokemons y seguir siendo gilipollas.»
Un abrazo
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Es triste, pero el hombre es tan inteligente que hemos llegado hasta aquí, gracias, un abrazo.
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Tienes mucha razón, yo recuerdo que mi padre venia a comer a casa todos los días, eso hoy es imposible para mi. Y aunque lo consiguiera, mis hijos comen también fuera. Al menos los fines de semana comemos juntos y por fortuna, sin televisión y sin móviles. Saludos.
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A sabiendas de que el mundo y la sociedad ha cambiado y tenemos por fuerza que almorzarnos, debemos intentar que las buenas costumbres no desaparezcan dentro de lo posible, muchas gracias, un abrazo.
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En casa tenemos la buena costumbre de que cuando viene un amigo o familiar de visita o celebración lo primero que hacemos es apagar la televisión, es una falta de respeto tener visitas y estar pendiente de la novela de turno.
Buenas noches.
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Eso es una buena costumbre, debemos seguir trabajando en puntos que nos unan y no que nos separe, muchas gracias por comentar, un abrazo.
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