Mierdas, basuras y viceversa

Se dijo en una ocasión… «que cada pueblo tiene el gobierno que se merece…», y es muy cierto, solo hay que ver el desarrollo de nuestro país, el país de «vivaelvino» que diría Revilla.

Están ocurriendo acontecimientos que van a decidir no solo nuestra vida, sino la vida de nuestros hijos, nuestros nietos y demás, y quizás de lo que quiero hablar en este escrito, me diréis que no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero a mi me da que si tiene alguna que otra connotación y por tanto las relaciono.

Leyendo un artículo de Javier Pérez de Albéniz en el diario británico The Guardian, en el que no deja en muy buen lugar a la televisión que se hace en España, y mencionaba…«En España los niveles de lectura son muy bajos, el fracaso escolar es muy alto y el desprecio por la cultura, colosal.» y añadía…«Sin embargo, no todo está perdido: los españoles nos podemos considerar a nosotros mismos los líderes en telebasura.»

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Entiendo que hay personas mayores que están solas y ésta es su única forma de distraerse y eso hasta lo considero como un buen resultado, pero analizando lo que ofrecen es para sentirse asqueado, máxime cuando la gran audiencia respalda este tipo de televisión.

Programas en los que, según el Consejo del Audiovisual de Cataluña define como el conjunto de programas en los que la vulneración de derechos fundamentales, la falta de consideración hacia los valores democráticos o cívicos como por ejemplo, el desprecio a la dignidad que toda persona merece, el poco o ningún respeto a la vida privada o a la intimidad de las personas o la utilización de un lenguaje chillón, grosero o impúdico.

Intentando por todos los medios convertir en un espectáculo la vida de personajes, que por lo común se prestan a esa manipulación a cambio de la celebridad que les da la televisión y como no a contraprestaciones económicas.

Escenarios donde lo más importante es el mal gusto, el escándalo, los enfrentamientos personales, los insultos, la agresión y la denigración de los participantes.

Lo mejor de todo, es que en estas mierdas de programas se han ido añadiendo periodistas, y gente pública que antes parecían personas serias e íntegras pero que lo han dejado todo a un lado con el fin de estar cada día de la semana en el candelero y como no añadir ceros a su cuenta corriente, que sin lugar a dudas no son nada corrientes a cambio de tergiversar la verdad y convertirse en verdadera basura, porque es de conocimiento general que las cadenas pagan sumas astronómicas de dinero para comprar su deontología profesional.

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Y por supuesto cada uno de nosotros puede tener sus propios gustos y su propia opinión, la cual respeto, pero me gustaría concluir con una pregunta…¿Hasta que grado todo esto es una distracción obscena y de mal gusto y mientras no nos damos cuenta de lo que realmente es importante…?

Y de mientras la gran audiencia a proclamado a la princesa del pueblo, la gran cabeza pensante que no sabe ni pronunciar la palabra «croquetas», ese parece ser el referente que nos queda en este pueblo, el pueblo de la basura.

8 comentarios en “Mierdas, basuras y viceversa

  1. Este tema siempre me conduce a preguntarme de quién es la culpa: ¿De los que programan para que se consuma basura y que así les guste a los que la consumen? ¿O de los que la consumen porque les gusta, lo que hace que los que la programan programen lo que gusta? ¿Una mezcla de ambas cosas?
    Me da igual. Hace años que solo enciendo la tele para ver películas y series grabadas (sin publicidad, otra lacra que me asquea profundamente) gracias a Internet y, desde hace un tiempo, para Netflix (sin ánimo de propagandear). Que los demás vean lo que les dé la gana si son felices con… eso.

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  2. Comprendo y comparto tu texto incluso tu indignación, pero no quiero verlo todo tan negativamente, por ejemplo España es líder en solidaridad, basta con ver los campamentos de refugiados en Grecia para comprobar que más del 80% de los voluntarios que allí trabajan de manera altruista son españoles, por no hablar del tema de las donaciones de órganos en las que somos líderes. Llámame ingenuo pero aún confío en nuestra gente, al menos en parte de nuestra gente. Un abrazo.

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