Algunas personas tal vez comparen la vida a una obra de tres actos. Se espera que el entusiasmo juvenil y la educación predominen en el primero. Las responsabilidades de criar a una familia y la presión constante del trabajo caracterizan el segundo acto. En el tercero se anima a los actores a que se aparten y se sienten en una silla lejos de los focos, y que esperen desalentados hasta que se baje el telón.
Algunos quizás crean que las personas mayores son más propensas a sufrir accidentes, que tiene dificultades de aprendizaje y que su cuerpo está deteriorándose rápidamente, es verdad que hay de todo, pero está demostrado que tienen más accidente los jóvenes menores de veinticinco años que la gente de edad avanzada, y la realidad es que muchos de ellos, entre los que yo me encuentro, gozan de una salud relativamente buena y no se consideran viejos.
Entonces, ¿por qué son, las personas inmersas en este «tercer acto» de sus vidas, objeto de discriminación y, a veces, incluso de prejuicio directo…?
Porque existe esa mala actitud de tildar de viejos decrépitos a los mayores, incluso la profesión médica no es inmune a este prejuicio, porque se usa la edad para quizás juzgar como achaques cuando una persona mayor es tratada, porque muchos problemas funcionales comunes, como una ligera pérdida de visión o audición, se pasan por alto o se consideran una parte normal del proceso de envejecimiento, y es esencial que se cambie esta actitud hacia los mayores a fin de que cualquier programa de cuidado preventivo sea eficaz.
Bueno y positivo sería ver la gran contribución que aportan los mayores activos, que incluye mucho más que la influencia monetaria, porque sabemos que las abuelas proveen más de la mitad de todo el cuidado informal que reciben los niños y muchas personas que están empleadas lo pueden hacer porque los mayores están al cuidado de sus hijos.
Por poner un ejemplo, en lugares como la ciudad francesa de Troyes, la sabiduría acumulada de la gente de edad se considera un recurso valioso. Se está aprovechando tal sabiduría al pedir a los mayores que enseñen a los niños, después de las horas escolares, oficios como carpintería, fabricación de vidrio, cantería, construcción y fontanería.
Incluso ellas mismos, las personas de edad avanzada, acuden a la escuela a aprender para predicar con el ejemplo.
Así, la contribución general que los mayores aportan a sus familias y comunidades es enorme, aunque no se puede medir, porque esta contribución no es remunerada, entonces en vez de ver a los mayores como un problema, deberíamos verlo como una solución en muchos casos.
Y sabemos que nuestra capacidad para disfrutar de la vejez puede verse mermada por la percepción negativa y el prejuicio de los demás, pero no vamos a dejarnos influir por ellas, porque no olvides, tú, que eres una persona joven, también estás envejeciendo, y como dijo Luis Rojas Marcos…«las expectativas adversas que existen hoy sobre la vejez, casi siempre están basadas en la ignorancia o en premisas falsas.»
Un post muy acertado, como siempre. Vivimos en una sociedad donde tratamos a los mayores como niños y a los niños como adultos, mientras tanto los del segundo acto trabajamos sin parar para pagar las guarderías de los niños y las residencias de nuestros ancianos. En fin, un caos.
Un abrazo amigo!
Júlia
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Gracias Julia, como bien dices, un caos, un fuerte abrazo.
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Realmente en otras culturas como en Japón,el adulto mayor es venerado por su experiencia,en la administración moderna existe la Teoría Z ,donde las personas de edades avanzadas son empleados activos o asesores de las grandes empresas,ojalá algún día en Occidente sigamos el ejemplo
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Sería un buen reconocimiento, muchas gracias, un abrazo.
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«tú, que eres una persona joven, también estás envejeciendo». Se acerca mi cumpleaños y llevo todo el fin de semana pensando en esto. Interesante reflexión 🙂
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El pensamiento no es que envejecer sea malo, pero si como la sociedad lo ve, es bonito vivir y cumplir años, muchas gracias, un abrazo.
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