Comparar

¿Se compara usted con los demás?
¿Quién de nosotros no conoce a alguien que es más atractivo, más simpático, más inteligente o tiene mejores calificaciones en los estudios? O tal vez sea una persona que goce de mejor salud, disfrute de un trabajo más gratificante, logre más cosas o tenga más amigos. Quizá posea más bienes, más dinero, un auto más nuevo o parezca ser más feliz. ¿Nos comparamos con alguien así? ¿Es inevitable hacerlo? ¿Y cómo podemos sentirnos satisfechos sin compararnos con los demás?

¿Por qué nos comparamos con los demás? Una explicación sostiene que es para conservar o aumentar la autoestima: al ser humano le gusta comprobar que tiene tanto éxito como sus semejantes. También se ha afirmado que las comparaciones sirven para despejar dudas sobre nosotros mismos, pues nos permiten tener una idea de lo que somos capaces de conseguir y cuáles son nuestros límites. Cuando observamos los logros alcanzados por personas que en muchos aspectos son como nosotros, llegamos a la conclusión de que podemos cumplir con metas parecidas.

Las comparaciones casi siempre se hacen entre personas que se asemejan: son del mismo sexo, tienen una edad y nivel social parecido, y se conocen. Es menos probable que una persona se compare con otra si existen grandes diferencias entre ambas. Lo más seguro, por ejemplo, es que la adolescente de término medio se compare más con sus compañeras de clase que con una modelo famosa, y probablemente la modelo tampoco se comparará con la joven.

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¿En qué campos suelen hacerse comparaciones? Por lo general respecto a cualquier posesión o atributo que se considere de valor en la comunidad, como la inteligencia, la belleza, la riqueza o la forma de vestir. Y tendemos a compararnos en los aspectos que nos interesan. Probablemente no envidiaremos el tamaño de la colección de sellos de un conocido, por ejemplo, a no ser que nos interese la filatelia.

Las comparaciones provocan toda una gama de reacciones, desde la alegría hasta la depresión, desde la admiración y el afán de imitar, hasta el malestar y el antagonismo. Algunas de estas emociones son perjudiciales y además incompatibles con un razonamiento lógico.

Muchos de los que tratan de sobresalir al compararse con los demás manifiestan un espíritu de competencia. Quieren ser los mejores y no están satisfechos hasta que lo logran. No es agradable estar con tales personas, pues la amistad con ellas resulta forzada, y la relación, tensa. Les falta humildad, además su actitud fácilmente puede hacer que los demás se sientan inferiores y humillados.

Dicho proceder suele herir sentimientos. Según cierta escritora, “nuestros fracasos son más dolorosos cuando parece que las personas que están en nuestra misma situación han obtenido los bienes a los que nosotros aspiramos”. De un espíritu competitivo surgen la envidia, el resentimiento y el malestar para con los demás a causa de sus posesiones, prosperidad, posición social, reputación, ventajas, etc. Esto a su vez origina más rivalidad y forma un círculo vicioso.

A fin de proteger su autoestima herida, el envidioso menosprecia los logros de sus rivales. Este tipo de reacciones tal vez no parezcan tener tanta importancia, pero si no se reconocen y controlan, pueden terminar en ofensas intencionadas.

Así pues, si al compararnos con otras personas —con sus proezas o sus logros—, notamos que afloran en nosotros sentimientos como la envidia o la competencia, tengamos cuidado.

«No tenemos que comparar nuestros logros con los de otros. Sólo tenemos que hacernos una pregunta: ¿He dado lo mejor de mí?» de Ben Carson

7 comentarios en “Comparar

  1. Muy bueno. Me encantó el final Salomón. Yo soy Mamá de una única niña de 12 años, Maite. Siempre que viene con alguna mala nota del cole le pregunto: «esto es lo mejor que podés dar»? Que aprenda a competir con ella misma, pero no con sus compañeras.
    Creo que no son buenas las comparaciones, yo nunca las hago, no están en mi naturaleza. Pero sí soy demasiado competitiva y autocrítica. Yo me animaría a decir que lo mío es más grave, me comparo conmigo misma. Por ej. Tengo 48 años – y aunque sé que me veo estupenda porque vivo entrenando – me comparo con mi rostro de hace 20 años y entro en pánico. Sin embargo, no me comparo con otra chica que tenga 20 años menos. Se entiende? Como dicen, las comparaciones son odiosas. Lo que sí es bueno tener es un referente en cualquier ámbito en el que queramos relacionarnos, y nunca mirar hacia abajo sino hacia arriba. Es decir, si me quiero parecer a alguien que siempre ese alguien sea mejor que yo o haya logrado lo que yo aùn no pude. Beso!

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    1. No solo estoy muy de acuerdo contigo sino que creo es la forma correcta de pensar, a mi me faltan cuatro meses para cumplir 64 años y cuando me miro al espejo veo a una persona luchadora, optimista, positiva, llena de experiencia que no se paga con dinero y porque no guapo y con un buen cuerpo dentro de mis límites, y eso me encanta. gracias por comentar, un beso desde Barcelona

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  2. Buenas noches Rafael
    Buena propuesta que ayuda a buscarse a quienes aún no se han hallado.
    Quien se compara con otro demuestra tener poco conocimiento de sí mismo y de sus potenciales, corriendo uno de los riegos consecuentes de tal actitud; la pérdida de un precioso tiempo que debería ser utilizado para el reencuentro con sus singulares dones.
    Te dejo un gran abrazo y mis deseos de que tengas una maravillosa semana.

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