Pásame la esponja…

¿SE imagina bañarse usando los restos de un animal? Quizás la idea no suene muy atrayente, pero la esponja de baño natural no es más que el esqueleto fibroso de una criatura marina del mismo nombre.

“Las esponjas ocupan la rama inferior más antigua en el árbol del reino animal”, afirma National Geographic News, lo que ha llevado a algunos a conjeturar que los humanos y los animales evolucionaron a partir de una esponja primitiva. Un comunicado a los medios informativos sobre un documental de televisión incluso aclamó a esta criatura como “la Eva del reino animal”, es decir, “la antecesora animal más remota del ser humano”.

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¿Qué ha aprendido la ciencia sobre las esponjas? ¿Son nada más que criaturas simples, o evidencian un impresionante diseño?

¿Sin corazón ni cerebro? No importa

Aunque las esponjas parezcan plantas, Aristóteles y Plinio el Viejo no se equivocaron cuando las clasificaron como animales. Los biólogos calculan que en todos los lagos y océanos del mundo viven un mínimo de 15.000 especies, con una sorprendente variedad de colores y formas. Tienen apariencia de dedos largos, abultados barriles, alfombras extendidas, elegantes abanicos y hasta de delicados jarrones de cristal, por mencionar unas cuantas de sus formas. Algunas son más pequeñas que un grano de arroz, mientras que otras sobrepasan la estatura de un hombre. Además, los científicos creen que ciertos ejemplares han vivido cientos de años.

“En cuanto a estructura, funciones y desarrollo, las esponjas no se parecen al resto de los animales”, señala la Encyclopædia Britannica. ¿Por qué? Porque a diferencia de otros animales, las esponjas carecen de órganos internos. Pero ¿cómo pueden vivir sin corazón, cerebro ni sistema nervioso? Su organismo contiene células diminutas que se encargan de las múltiples funciones que sustentan la vida. Hay células especializadas en atrapar el alimento, transportar los nutrientes o eliminar los desperdicios. Otras fabrican los elementos que se necesitan para formar el esqueleto o la piel. Incluso hay células capaces de convertirse en otro tipo de células cuando surge la necesidad.

Las esponjas son singulares también en otros sentidos. Prense una esponja viva a través de un colador, y las células se reagruparán para reconstruir el cuerpo del animal. Triture dos esponjas juntas, y las células se irán separando para formar de nuevo a cada criatura distinta. “Ninguna planta ni animal puede ‘resucitarse’ a sí mismo de este modo”, comenta National Geographic News.

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Además, las esponjas poseen una sorprendente flexibilidad reproductiva. Algunas preparan cápsulas celulares que, a modo de naves espaciales, parten para colonizar otras áreas. Los “colonizadores” viajan en estado de animación suspendida y, cuando aterrizan por fin, despiertan y salen de su “nave” para construir una nueva esponja. En el caso de otras esponjas, la reproducción es sexual, pero los individuos cambian su papel masculino o femenino según se necesite. Y otras se reproducen mediante huevos. “Cuanto más de cerca miramos hasta el organismo más simple, mayor complejidad percibimos”, señala con admiración el paleontólogo Paul Morris.

(Datos de la revista Despertar)

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