Esclavos en el siglo XXI (1)

PIENSE en las cifras: unos doscientos o doscientos cincuenta millones de niños menores de 15 años se pasan trabajando la mayor parte del tiempo que están despiertos; durante 1995 y 1996 se reclutó para la lucha armada a un cuarto de millón de niños, algunos de tan solo siete años, convirtiéndose de ese modo en esclavos de la guerra; más de un millón de mujeres y niños son vendidos como esclavos cada año, según ciertos cálculos.

Pero no es posible expresar con fríos números la desesperación de esas personas. Por citar un ejemplo: en un país del norte de África, la escritora Elinor Burkett conoció a Fatma, una joven que se las arregló para escaparse de su cruel amo. Tras conversar con ella, Burkett llegó a la conclusión de que Fatma “sería por siempre una esclava en su propia mente”. ¿Puede esta joven siquiera soñar con un futuro mejor? “Sus planes no pueden proyectarse más allá del amanecer —dice Burkett—. El futuro es uno de los muchos conceptos abstractos de los que ella carece.”

Así es, en este preciso momento, millones de nuestros congéneres viven en esclavitud sin ninguna esperanza. ¿Por qué y cómo se les esclaviza? ¿A qué formas de esclavitud se les somete?

El folleto turístico que se distribuyó en Estados Unidos no podía ser más directo: “Turismo sexual en Tailandia. Chicas de verdad. Sexo de verdad. Económico de verdad.  ¿Sabía usted que puede comprar una muchacha virgen por tan solo 200 dólares?”. Lo que el folleto no decía es que esas muchachas “vírgenes” muy probablemente fueron secuestradas, o vendidas contra su voluntad a burdeles, donde tienen de diez a veinte clientes al día, y que las golpean si no rinden sus servicios sexuales. En Phuket, una isla vacacional al sur de Tailandia, cinco prostitutas murieron calcinadas al incendiarse un burdel. ¿Por qué? Los dueños de las muchachas las habían encadenado a sus camas para que no trataran de escapar de su cautiverio.

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¿De dónde salen estas jóvenes? De acuerdo con ciertas investigaciones, millones de muchachas y mujeres de todo el mundo son secuestradas o coaccionadas y vendidas a la prostitución para satisfacer las demandas de este sector de la industria sexual. Y el mercado sexual debe su florecimiento a la combinación de la pobreza de los países en desarrollo, la riqueza de los países acaudalados y las leyes que toleran el tráfico humano internacional y el servilismo por contrato.

Según cálculos de organizaciones femeninas del sudeste asiático, treinta millones de mujeres de todo el mundo fueron vendidas desde mediados de los años setenta hasta principios de los noventa. Los mercaderes de esclavos recorren estaciones de ferrocarril, poblados empobrecidos y calles de las ciudades en busca de muchachas y adultas jóvenes de apariencia vulnerable. Las víctimas por lo común carecen de educación, son huérfanas, han sido abandonadas o están en la miseria. Las seducen con falsas promesas de recibir un empleo, las exportan y las venden a burdeles.

A raíz del desmoronamiento del bloque comunista en 1991, se ha formado una nueva generación de muchachas y mujeres pobres. La liberalización, la privatización y la creciente desigualdad de clases han resultado en más delitos y en mayor pobreza y desempleo. En Rusia y Europa oriental, muchas jovencitas y mujeres adultas se han convertido en una mina de oro para la prostitución internacional organizada. “Es menos arriesgado el tráfico de seres humanos que el de drogas”, comentó Anita Gradin, anterior comisaria de la justicia europea.

(Fuente de datos de la revista ¡Despertad!)

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