Confiado o imbécil…?

¿Qué es la confianza? Según un diccionario, confiar en otros «significa creer que son honrados y sinceros y que no harán nada con la intención de herirnos.» La confianza se desarrolla lentamente, pero puede derrumbarse en un instante. Puesto que son tantas las personas que se sienten traicionadas, ¿sorprende que la gente se muestre reacia a confiar en los demás?

Si en alguna ocasión has sufrido una intoxicación alimentaria, sabrás que es muy desagradable. La persona que la haya experimentado en repetidas ocasiones debería tener más cuidado con sus hábitos de alimentación. No obstante, no sería lógico dejar de comer para evitar el riesgo de intoxicación, pues eso causaría problemas aún mayores. Nadie puede sobrevivir mucho tiempo sin alimentarse.

Con los abusos de la confianza sucede algo parecido: resultan dolorosos y, si son reiterados, quizás nos lleven a plantearnos si elegimos bien nuestras compañías. Lo cierto es que la solución no radica en aislarse por completo de la gente para evitar el riesgo de sufrir una decepción. ¿Por qué no? Porque vivir desconfiando de otros nos roba nuestro propio gozo. Para ser dichosos, necesitamos establecer relaciones basadas en la confianza mutua.

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Dado que tenemos la necesidad básica de confiar en alguien, ¿de quién podemos fiarnos sin correr el riesgo de que nos defraude?

No te desanimes por las decepciones ocasionales

Puesto que la confianza se adquiere con el tiempo, hemos de ser pacientes al decidir en quién confiar. El proceder sabio es otorgar confianza gradualmente, poco a poco. ¿Cómo hacerlo? Podríamos fijarnos en la conducta de la persona a lo largo de un período de tiempo y observar cómo actúa en ciertas situaciones. ¿Es confiable en asuntos de menor importancia? Por ejemplo, ¿devuelve lo que se le presta y llega puntual a las citas? Si es así, entonces quizás podamos confiar en ella en asuntos más serios, siguiendo el principio de que la persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho. Si elegimos con cuidado y somos pacientes, nos ahorraremos grandes desengaños.

¿Qué haremos, sin embargo, si alguien nos desilusiona? De igual modo, si nos sentimos traicionados por alguien en quien confiamos, deberíamos analizar si lo que parece una traición es prueba de un espíritu indigno de confianza o de una debilidad momentánea de la carne.

Porque lo más doloroso es cuando te traiciona alguien muy cercano a ti, entonces sientes como te sube un sabor amargo del estómago a la boca, y se te quitan las ganas de volver a confiar, aunque el tiempo intente aligerarlo, son heridas que aunque necesitan mucho tiempo para curarse, siempre está presente la cicatriz.

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¿Soy digno de confianza?

El que escoge con cuidado a quién brindar su confianza debe ser honrado y preguntarse: “¿Soy yo digno de confianza? ¿Qué normas razonables de confiabilidad debería exigirme a mí mismo y esperar de los demás?”.

Sin duda, la persona confiable siempre dice la verdad. No adapta sus palabras dependiendo de quién la escuche a fin de lograr ventajas personales. Además, si se compromete a algo, procura por todos los medios cumplir su palabra. Es capaz de guardar una confidencia, y no es chismosa. Es fiel a su pareja.  Ese tipo de persona se esfuerza por ganarse la vida para mantener a su familia, sin buscar dinero fácil a expensas de otros. Si tenemos en cuenta tales normas razonables, nos resultará más fácil reconocer a aquellos en quienes podemos confiar. Además, seguir esas mismas normas de conducta contribuirá a que nosotros merezcamos la confianza de los demás.

Sería maravilloso vivir en un mundo donde todas las personas fueran confiables, en un mundo sin decepciones.

“Aprender a confiar es una de las tareas más difíciles de la vida” – Isaac Watts

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