Tu hijo, tu amigo

De niño, te contaba todo; de adolescente, no te cuenta nada. Y si intentas conversar con él, o te responde con palabras sueltas o frases breves, o inicia una discusión que convierte tu hogar en un campo de batalla.

No te desanimes, tu puedes aprender a hablar con tu hijo adolescente. Pero antes debes entender dos factores que contribuyen al problema.

La búsqueda de independencia. Para que tu hijo adolescente se convierta en un adulto responsable, tiene que pasar gradualmente del asiento del pasajero al del conductor, por decirlo así, y aprender a conducir por los traicioneros caminos de la vida. Claro, hay jóvenes que exigen más libertad de la que deberían tener y hay padres que conceden menos de la que pudieran. La guerra que se desata genera gran confusión tanto en unos como en otros. “Mis padres quieren controlar cada detalle de mi vida. Si no me dan más libertad para cuando cumpla los 18, me voy de la casa.”, frase habitual.

La capacidad de razonar las cosas. Los niños pequeños suelen pensar en términos simples: o es blanco o es negro; los adolescentes, en cambio, están aprendiendo a razonar conceptos más complejos, a percibir las áreas grises, lo cual contribuye a que se conviertan en adultos sensatos. Pongamos un ejemplo para ver la diferencia. El concepto de justicia de un niño es muy simple: si su mamá parte una galleta en dos, a él le toca una mitad y a su hermano la otra; en este caso, la justicia se reduce a una fórmula matemática. Pero el adolescente comprende que la cosa no es tan sencilla: ser justo no siempre significa tratar a todos igual. La capacidad de razonar es lo que le permite enfrentarse a conceptos complejos como este y entenderlos. Solo que hay un inconveniente. Esta capacidad puede hacer que también se enfrente a usted.

Charle con él siempre que sea posible. Aproveche momentos en que estén relajados. Algunos padres han descubierto que sus hijos adolescentes se abren más fácilmente mientras realizan los quehaceres de la casa o mientras van en el automóvil o en el transporte público, es decir, cuando están lado a lado y no frente a frente con ellos.

Vaya al grano. No tienes que tratar de razonar con su hijo hasta que todo termine en una pelea. Diga lo que tenga que decir y deténgase. Más tarde, cuando esté a solas, su hijo “escuchará” la mayor parte del mensaje y reflexionará sobre lo que usted le dijo. Solo dele tiempo.

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Escucha y se flexible. Escucha con atención, sin interrumpir, a fin de que puedas ver el cuadro completo. Y cuando le respondas, se razonable. Si impones reglas demasiado rígidas, su hijo se verá tentado a desobedecerlas sin que usted se entere. Los muchachos comienzan a vivir una doble vida: por un lado les dicen a sus padres lo que quieren oír y por el otro hacen lo que se les antoja cuando no los ven.

Hasta donde sea posible, guía a tu hijo, no le dés la solución. La capacidad de razonar de los adolescentes es como un músculo que necesita ejercitarse. Cuando tu hijo se enfrente a un problema, deje que lo resuelva, no haga el ejercicio por él. Analicen juntos la cuestión y dale la oportunidad de encontrar soluciones por sí mismo.

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