Nunca llueve a gusto de todos

“¡Ay no! ¡Otra vez está lloviendo!”

Seguro que alguna vez has hecho este comentario.

En la costa atlántica irlandesa, por poner un ejemplo, no es raro escucharlos. En pleno verano, cuando más confiado está el turista de que el sol le permitirá disfrutar de algún pintoresco panorama, se encuentra al llegar con ventarrones y lluvias torrenciales que le llevan a olvidar la gratitud que todos debemos sentir por la lluvia, sin la cual no existiríamos ni nosotros ni el hermoso paisaje.

Aunque la tierra esté bien mojada, es inevitable que vuelva a caer agua, como si arriba hubiera un depósito inagotable. ¿A qué se debe? A un sorprendente sistema de reciclaje que consta de tres fases principales: evaporación, condensación y precipitación. Basta con un breve repaso para comprobar que este intrincado proceso no tiene nada de accidental o caótico, sino que, como afirma un especialista, “se rige por leyes fijas e inmutables”.

Ahora bien, yo esta noche estaba en Catalunya, y ha caído agua con impertinencia, agua que ha arrasado con todo lo que pillaba por delante, y esto es catastrófico, porque si bien la lluvia es una bendición y no podríamos vivir sin ella, el que lo haga con tal violencia es mucha culpa nuestra, por nuestro egoísmo y por no saber cuidar nuestro hogar.

Ahora deberíamos ir y explicar a nuestros nietos el hogar que le vamos a dejar.

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